domingo, 5 de septiembre de 2010

Reflejos de luces

Sábado 22 de Marzo de 2008

AMALIO (MAYITO) SOLANO

La luna estaba tan grande, que parecía una torta de casabe, aquel martes 22 de enero. Parecía estar colgando del cielo y aquella noche las estrellas titilaban a lo lejos.

El fulgor de aquella esfera alumbraba la ciudad que crece con grandes edificios y avenidas cerca del Río Caroní. El reflejo de luces de colores adornaban la superficie de las tranquilas aguas que daban impresión de estar soñando, mientras en el muelle de Ferrominera, un barco anclado de nombre Maritime Anita, esperaba para ser cargado del mineral de hierro.

La ciudad estaba (como siempre lo está) llena de luces que se reflejan en el río. Es Alta Vista en Puerto Ordaz, luciendo esplendorosa.

Desde el sitio donde me encontraba, comenzando el puente Angosturita, se podía observar dos potentes lámparas con sus incandecentes luces blancas mirándose en la quietud del río, mientras varias antenas repetidoras de los canales de televisión con sus lucecitas de color rojo frente al edificio de la CVG, apuntaban hacia el cielo captando la señal.

Los carros al pasar hicieron que la brisa se llevara una hoja de mi escrito que tenía junto a mí, y ésta cayó en medio del puente. Yo la miraba como se elevaba y caía cada vez que pasaba un carro. Quise ir a buscarla, pero al levantarme decidí dejarla para que el viento se la llevara. Hay cosas que a veces por algún motivo debemos dejarlas libres.-pensé-

El tren sobre sus rieles se acercaba con su ruido ensordecedor cargado no sé con cuantos vagones llenos del mineral de hierro y al pasar frente a mí, el maquinista me saludó haciendo sonar la corneta.

Eran las nueve y treinta minutos cuando en ese momento sucedió cerca del puente un pequeño accidente donde se involucraron dos carros.

Los conductores después de discutir, llegaron a un acuerdo y se marcharon. El ruido del tren casi no lo escuchaba y los vagones se perdieron de mi vista. Ya deben estar cerca del Puerto de Palúa, dije.

Una pequeña isla con sus árboles adorna las aguas durante el día y por las noches parece sumergirse en el majestuoso río. Y cuando miré el primer autobús pasar rumbo hacia la Siderúrgica del Orinoco, observé mi reloj; eran las diez y cinco minutos. Luego pasó otro y así fueron pasando muchos más hacia las diferentes empresas básicas de Ciudad
Guayana.

Aquella noche vi una luz azul bajar a gran velocidad desde el cielo y de pronto se apagó. Me acordé de mi bisabuela Catalina (que en paz descanse), que al verla decía: “Dios te guíe”.

Y es que de luces guardo muchos recuerdos como aquella amarilla y azul cuando yo tenía catorce años de edad y estando en Río Grande Abajo, llegué a verlas una madrugada en el patio de la casa de mi abuela Carmen.

Observar el reflejo de luces de diferentes colores sobre el Río Caroní, es impresionante; pareciera que buscaran abismarse en las aguas. Es una belleza digna de ser
plasmada en un lienzo.

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