domingo, 5 de septiembre de 2010

Irapa entre palmeras

Viernes 1 de Agosto de 2008
AMALIO SOLANO

En el año de 1736 Fray Juan Torres funda a Irapa colocando una estaca en el sitio que llamó “El Calvario”. Desde allí comenzó con su misión evangelizadora. Pero este nombre se ha venido esfumando en el tiempo y hoy se conoce como el cerro Juasjual, con una gran cruz de madera en el mismo sitio de la fundación que nos recuerda el comienzo de un pasado que debe estar vivo en el presente.

Desde allí se puede observar una panorámica impresionante: La lejanía de sus cerros, sus calles tan rectas que van buscando al mar, casas con techos de zinc que los años le han cambiado sigilosamente el color, árboles que emergen dentro del pueblo y una iglesia bella que se levanta erguida cortando el horizonte que dormido a lo lejos guarda el recuerdo de cuando Cristóbal Colón en 1498 navegó sobre las aguas del Golfo de Paria y en su ruta llamó a Irapa “Los Jardines”.

Irapa, pueblo entre palmeras, tiene en su seno una historia de sus antiguos pobladores los indígenas; de gente que llegó de otros países como los africanos, culíes, españoles, entre otros, que hicieron de esta tierra su tierra cultivando hacienda de café, cacao, coco y estas son fieles testigos de una cultura entremezclada, de gente que se dedicaban al negocio, que dejaron sus huellas como los Nessis, Franceschi, Guilliannis, Guiseppi, los Kennedy, los Verde, los Guerra y que al estar desasistido el estado Sucre por la aparición del petróleo, las personas fueron emigrando hacia otros lugares comenzando así a desaparecer el negocio de las importaciones.

Una arquitectura que comenzaron a construirla a finales del siglo XIX y terminándola a principios del siglo XX, fue destruida. Su nombre “La Palomera”. Estaba ubicada en una esquina entre la calle Mariño y la Carabobo, frente a la iglesia. Esa belleza de construcción conocida también como “La Jaula” perteneció a George Gredes.

Otra bella obra de aquel siglo ubicada en la calle Mariño es la construcción que perteneció al señor Emilio Baradat, éste era un margariteño dedicado al negocio del cacao y sus padres procedían de la isla de Margarita. Esta construcción como la anterior pasó de familia en familia que en otro artículo daré a conocer.

Aquí habitó alquilando el doctor Freddy Mocary y luego el señor Jesús Domínguez (Chuchú Domínguez) instala allí su Hotel Irapari, que estaba antes en la casa No. 70 de la calle Bolívar. Es lamentable que esta construcción desaparezca como desapareció la anterior y no quede esa huella donde el visitante al llegar pueda recrear su vista más allá de lo presente. En el libro Irapa, en el recuerdo; su autor César R. Delgado, cuenta que en el Registro Subalterno del pueblo existe una documentación de ese pasado y pienso que esta debe darse a conocer.

En esta tierra donde la brisa no escatima esfuerzos para hacer que se alegren las palmeras, donde se vive la alegría de sus carnavales, de su fiesta patronal cada 19 de marzo, donde han nacido poetas, pintores, músicos, compositores, escritores, médicos, militares, donde se habló el patuá (una lengua de origen franco-africano) no debe mantener su historia guardada en cuatro paredes.

Poetas como Encarnación (Tatá) Barreto, Don Luis Mata; Helí Colombani, Ezequiel Gamboa Flores, Luis Nuñez Fermín, Gladis Ramos Carranza, Carmen Vásquez Ruiz, sus obras tienen que ser conocidas por todos los habitantes al igual que de los pintores Luis Villegas (Wicho), Pedro Villegas (Pedrito), y los escultores como Justo Pastor López Y Raúl Boada, quien conoció a Henri Charrieri (Papillón) cuando estuvo en Irapa y de quien hice referencia en un artículo escrito en el Correo del Caroní en 1994.

Este personaje le dedicó un capítulo en su libro a este noble pueblo que lo abrigó cuando se fugó de la cárcel de Georgetown, de la Guayana inglesa y escribió: “Prefiero a un iletrado de esta aldea que a un licenciado de La Sorbona de París. El uno siempre es un hombre, el otro se ha olvidado de serlo”.

Irapa entre palmeras es el Jardín de Paria, tierra llena de esperanzas donde el sol se abisma en la arena de la playa, donde pintores y poetas se inspiran para pintar y escribir sus versos, donde sus habitantes son amables y el mar se aleja para luego regresar.

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