domingo, 5 de septiembre de 2010

La mentira en prosa

Viernes 20 de Junio de 2008

AMALIO (MAYITO) SOLANO

A veces nos hallamos con la mentira a la vuelta de la esquina cuando nos encontramos con un amigo, cuando compramos el periódico y vemos cómo mienten los políticos. Mentiras que quisiéramos olvidar, pero cuando queremos olvidarlas alguien sin querer nos las recuerdan. Mentiras de compañeros de trabajo, de hermano, de compadre o de algún vecino. Las mentiras tienen patas ya Chávez un día lo dijo y Correa lo certificó cuando creyendo en Uribe, un ser mentiroso resultó.

Yo también un día mentí de eso muy bien me acuerdo; lo hice para que no me castigaran y cuando supieron que había mentido, del castigo no me salvé. Ha mentido el papa y luego ha rectificado como han mentido los obispos, feligreses y cardenales.

Los periodistas, locutores, licenciados, ingenieros todos han mentido y no se han salvado de las mentiras sacerdotes, monjas y evangélicos pastores. El mundo está lleno de mentiras como las del presidente Bush, como las del peruano Alan García y de los opositores venezolanos. Ha mentido mi hermano, sus hijos, mis hijos y hasta mis primos llevan la mentira en las manos.

Ha mentido mi mujer igual la de mi cuñado, y la de mi hermano aunque usted no lo crea de decirlas ella no ha dejado. Mi madre lo mismo ha hecho y mi padre ni se diga, aunque muerto de la risa no disimula mentir. Mintió mi comadre cuando el SENIAT la visitó y una multa le pegó por no tener el libro arreglado. También mintió el taxista la mañana aquella cuando el fiscal lo detuvo y se moría de la risa por la multa que le metió.

Los niños también mienten a muchos yo he escuchado. Miente el pobre, el rico y hasta el indio miente. Y cuando vamos de compra a los almacenes, nos caen a mentiras el dueño del negocio y los que allí venden. La mentira nos salva y a la vez nos condena, como se condenó mi vecina cuando al marido engañó.

Mienten los escritores en la hoja blanca de un papel, pero si no mienten no sabemos si lo hacen; y sus mentiras al final se convierten en verdades. Hay personas que no pueden hablar sin mentir y eso no es desde ahora. Mienten los abogados y así muchos vendedores. Se sabe que es un pecado mentir, pero no se puede vivir sin decir una mentira como lo hizo Pedro cuando a su maestro negó.
Da rabia cuando alguien miente como lo hizo la secretaria, el camillero, la enfermera, el chofer, el médico y hasta el gerente. Pero a quien rabia le da no deja de murmurar y entonces también miente como lo hicieron el carpintero y el mecánico que “guabinearon” a sus clientes. Mintió el periodista, mintieron los militares y aun siguen mintiendo como los directores alumnos y maestros.

Mintió el pintor, el artista y el indigente. Mintió el pescador, luego el gobernador, después el chichero también el viejo, mi tío, el mendigo, el soldado y hasta el panadero.

Y cuando vean a un hombre de corbata y paltó o con un maletín en la mano, pregúntese sin ningún reparo, ¿cuántas veces habrá mentido? Después de todo lo que he dicho mis amigas y mis amigos, lo mejor es no mentir y así poder cumplir con el octavo mandamiento.

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