sábado, 11 de septiembre de 2010

EN AQUELLA TIERRA

30/12/2006
AMALIO (MAYITO) SOLANO

En aquella tierra donde la madrugada se despierta con el ruido de los motores de los botes que regresan con su carga de pescado, donde el sol descarga sin piedad sus rayos de oro durante el día y en donde los pescadores con sus espaldas desnudas y pantalones a las rodillas todas las tardes salen en sus embarcaciones abriendo caminos en el mar perdiéndose de vista en la lejanía para traer al día siguiente el sustento a su familia, suceden cosas que parecieran fábulas.

Cuentan que en la hacienda de nombre “Vallecito” (hoy abandonada), los picadores de coco llegaron a ver una bola de fuego cerca de ellos en las madrugadas y en donde un hombre desapareció y lo buscaron por todos lados sin poderlo hallar. A la semana lo encontraron muerto, no estaba hediondo y cerca de la casa de la hacienda. La gente comentaba: “Esto si es raro”. Por los lados de Güinima se dice que sale el diablo y que un señor llamado Manuel Torres que vivía en el Chuare y sacaba muelas con oraciones, peleó con él y lo venció. En ese mismo sector y por Colombia; han visto a la Chinigua y por varias calles del pueblo una cochina con sus cochinitos.

Cuando mi mamá escuchaba a una persona (hombre) decir que “anoche me salió la cochina con un poco de cochinito” decía ella: “¡Carajo! a Julio nada más no le sale nada”. Julio es mi hermano menor que siempre era el último que llegaba a la casa y nunca sintió miedo ni vio nunca nada, ni ningún espanto lo asustó. Y mamá deseando que le saliera la Chinigua para ver si dejaba de llegar tarde. Esto nunca sucedió y hasta los momentos no ha sucedido.

Una madrugada-contó mamá-que cuando era muchacha fue con su hermana como de costumbre al matadero para buscar el mondongo y por la calle del Sector Colombia donde iban, venía una señora igualita a su abuela Catalina y le preguntó: “¿Y qué usted hace a esta hora por aquí?”. Solo escucharon que murmuró y siguió su camino. Ellas asustadas continuaron y así llegaron hasta el matadero. Cuando regresaron le cuentan a su mamá lo sucedido y ésta le dijo que esa era la “Chinigua”.

Por otra parte en este sector, la mayoría de los hombres andan por las calles sin camisa o con ella en el hombro y los pies descalzos. Las mujeres adultas, niñas y jóvenes descalzas; parecieran que hubiesen heredado la cultura de nuestros aborígenes que habitaban en esta tierra, y sin importarle nada caminan las calles aún estando el sol bien caliente. La mayoría de las muchachas paren a temprana edad y por las tardes en las calles se puede observar la cantidad de niños y niñas de todo tamaño y mujeres jugando barajas. Esto sucede en aquella tierra de Irapa donde la amabilidad de su gente todavía se conserva.

Y hablando de este sector ahora que va finalizando este año, recuerdo que un diciembre estábamos la familia en la celebración de un bautizo y Juan “Gorrita” (dueño de la casa), estaba enfermo en su habitación. La señora Sira (su mujer) siempre le daba una “vueltecita” para ver que tal y le llevaba un “palito” de ron, sus hijas también estaban pendiente de él. Todo transcurría muy bien hasta que las campanas de la iglesia anunciaban el Año Nuevo.

Al son de aquel hermoso sonido se oyó decir en coro “Feliz Año”, y todos nos abrazábamos. Las mujeres recibían de los hombres un beso y en esa algarabía se acordaron de Juan “Gorrita”. Cuando su familia entró al cuarto para darle el Feliz Año, lo encontraron que acababa de morir y el llanto de aquellas mujeres acabó con todo. En la calle comentaban que “Murió feliz”, “Ante de irse se echó unos traguitos”, “Ese Juan (Gorrita) si es Arre…, vino a morirse doblando el año”.

Otra de las cosas que viene a mi mente es aquella cuando mi hermano y yo llevábamos el pick-up (un aparato grande con sus cuatro patas y que aún mi mamá lo conserva de recuerdo) para la casa de mi tía y teníamos que ir a buscarlo faltando quince minutos para las doce. Dos o tres años la pasamos así cargando ese aparato por el medio de la calle y hubo un Año Nuevo que nos agarró precisamente cuando lo llevábamos para la casa.

Cuando la gente venía a darnos el Feliz Año, pusimos el aparato diagonal a la esquina donde hoy mi hermano tiene su bodega y nos unimos a la algarabía de fin de año. Unos gritaban “Feliz Año, Feliz año” y nos abrazábamos los hombres y mujeres. Los cohetes reventaban al son de la música y mamá esperándonos para “prender el baile”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario