domingo, 5 de septiembre de 2010

Por unas tetas

Viernes 27 de Junio de 2008

AMALIO (MAYITO) SOLANO

El ambiente: una descomunal piscina de una hacienda de Cartago donde habían mujeres bellas, llenas de ambiciones, estatuas de mármol y piedra de donde manaba el agua transparente que se aburría en su andar. Allí fue llevada Paola después de subir con la sonrisa a flor de labios a la camioneta lujosa de quien apodaban “El Titi”. Esta joven de catorce años recién cumplidos, era toda una mujer que estaba en la nómina de Yésica.

Catalina, preciosa joven que quería pertenecer a la nómina de su amiga, se sintió despreciada por lo que le dijo “El Titi” cuando la dejó plantada por Paola, que sí tenía unas tetas protuberantes y por 500 mil pesos haría el amor y posaría desnuda. Catalina tuvo que conformarse con decir que ante Paola no tenía buena ropa, no se había alisado el pelo y que parecía muy niña para ganarse el dinero que tanto anhelaba estando en los brazos del hombre que deseaba.

Yésica de apenas 15 años, era quien se encargaba de reclutar a las muchachas de los barrios populares de Pereira, para prostituirlas entregándolas a los mafiosos por unas cuantas pesetas. Ella sí conocía el gusto de los hombres que llegaban a contratar a las jóvenes, por eso le dijo la verdad a su amiga contándole que “El Titi” prefirió llevarse a Paola porque ella (Catalina) las tenía muy pequeñas. Luego agregó que “Paola las tiene más grandes y ante eso no hay nada que hacer”.

Catalina se sintió humillada y rápidamente llevó sus manos al pecho y agarrando sus senos le dijo “Las tetas de Paola son de caucho y las mías, aunque son muy pequeñas, son de verdad”. A lo que su amiga le respondió que podían ser de caucho, de madera, de piedra o de mentiras, pero eran más grandes y eso era lo que importaba a los “tales”. Ella aceptó la explicación, pero maldijo a “ El Titi”.

Esta jovencita pensaba que prostituyéndose mitigaría el hambre que padecía su familia y no le importaría abandonar el colegio con tal de que su mamá le permitiera hacer lo que ella quería; conseguir dinero para hacerse un implante de silicona.

De pronto cerró sus ojos para mirar dentro de sí. Y allí inmóvil, parecía imaginarse el sitio donde se encontraba Paola con el hombre que a ella la había rechazado; parecía beberse ese ambiente imaginario cuando de las entrañas de su ser brotaron estas palabras: “El problema es que una no sabe si odiarlos o quererlos más”. Y suspirando dijo: -¡Huele tan rico!

La codicia y el deseo de ser como sus amigas, la llevó a tal extremo de querer vender su cuerpo de niña virgen para obtener como ello relojes, zapatos, perfumes y ropas, buenas ropas que a diario lucían. Y esas ansias de tener las tetas grandes, las sumergió en el desespero a tal punto que conseguir el dinero para verse con el busto engrandecido era su meta.

Ella era la niña virgen del barrio, su virginidad era codiciada hasta en los sectores populares de Pereira, mientras su novio Albeiro esperaba que cumpliera la mayoría de edad para que se le entregara como se lo había prometido. El fue su novio desde que ella cumplió los once años. Pero lo que él no sabía es que su novia había cambiado de pensar.

Mientras tanto él la cuidaba con esos celos fervorosos, y había dicho a sus amigos que quien se atreviera a tocarla o a mirarla, le podía ir muy mal; pero Albeiro no se imaginaba que su novia no estaba dispuesta a esperar cuatro años para entregársele y que en su mente se avivaban otras ideas.

Cuando Paola regresó, le contó a ella y a sus amigas lo que “El Titi” le había regalado, dos millones de pesetas para operarse la nariz. Catalina sólo pensaba que se había perdido de ganarse ese dinero por no tener las tetas grandes. Su novio una vez se lo insinuó y le dijo que si las hubiera tenido grandes, hubiese sido la reina de Pereira. Ella se molestó y discutió con él. Y el día que Albeiro regresó a visitarla a su casa para pedirle perdón, tuvo que llevarle un muñeco de peluche. Así sucedía cada vez que se molestaban, y este era la entrega número siete.

Las cuatro amigas de nombres Yésica, Ximena, Paola y Vanesa siempre se reunían con Catalina para hablarle de sus intimidades después de acostarse con los hombres; esta vez le hablaron del orgasmo. A Catalina le gustaba escucharlas hablar de lo que ella no sabía; y que le hablaran del sexo, eso a ella le encantaba. Eran los minutos más felices que junto a sus amigas pasaba.

Y cuando Yésica le contaba de los gustos de los hombres en el momento de hacer el amor, entonces le preguntaba “¿por qué sabía tantas cosas?” y la respuesta de la joven fue precisa: “Porque yo trabajo en esa película. Esta es la vida que me tocó vivir a mí”.

Después de la reunión, las otras muchachas se despidieron
mostrando cada quien una sonrisa. Yésica y ella luego de quedar solas decidieron marcharse. Durante el recorrido Catalina le confesó a su amiga el miedo de perder la virginidad y a la vez fue aconsejada para que no se acostara con su novio porque pronto vendría desde México una persona conocida como “Mariño” y pagaba bien la primera noche de amor con una mujer. Catalina la escuchó con mucha atención y pensó que ahora tenía dos retos: el de implantarse las tetas de siliconas y ser novia de un “traqueto”. Es decir, de una persona que trafica con marihuana y cocaína.

Estas muchachas con sus edades en florescencia guardan un pasado triste de su niñez: Vanessa fue violada por su padrastro cuando tenía 10 años; Yésica, tuvo su primera relación con un primo, a Ximena la violaron unos pandilleros cuando su abuela le dijo que le fuera a comprar unos cigarillos, Paola se le entregó al primer novio en el patio de su casa y a Catalina, su hermano Bayron, un borracho, que la ofendió al mandarla a abrirse si quería billete y que se levantara un “man” con plata para que le diera a ella y a él.

Por unas tetas..., está basado en lo que leí en el libro “Sin tetas no hay paraíso” del colombiano Gustavo Bolívar Moreno. Esto es un reflejo del primer capítulo donde podemos imaginarnos a través de la lectura lo que no hemos visto y existe o puede existir en cualquier país.

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