viernes, 18 de junio de 2010

El caisimara

Publicado
viernes 7 de Mayo de 2010

AMALIO (MAYITO) SOLANO

Siguiendo en la búsqueda de rescatar los bailes tradicionales que en tiempos idos fueron la diversión de los habitantes del pueblo de Mariño,la Fundación Cochón, dirigida por Jesús Guerrero “Cochón”, acompañado de Pedrito Villegas, representante del Museo Arqueológico “Irapari”, llegaron una mañana al hogar de Juana Córdoba, cuando el sol comenzaba a proyectar sus rayos sobre los techos de las casas del pueblo de Manacal de Irapa, para conversar con ella acerca del baile llamado “Caisimara”.

Juana, conocida como “Victorina”, accedió a dialogar con los visitantes acerca del baile creado por su papá Guillermo Córdoba (fallecido), quien tenía mucha inventiva en tiempo de carnaval. Señaló que su papá no tenía grado de instrucción, pero se dio a conocer con sus creatividades y fue con el invento del muñeco que se hizo tan popular. También creó figuras de cera que las colocaba sobre la tambora y tocando el cuero las hacía bailar, así como las que realizaba con la madera.

El baile del Caisimara nació en Manacal, pasó a ser tan conocido que quedó grabado en la mente de los pobladores que tuvieron la oportunidad de disfrutarlo y todavía lo recuerdan. El “Caisimara” era un muñeco-dijo Juana- del tamaño de un hombre y lo vestían con pantalón, zapatos o botas, camisa, y paltó. Este muñeco llevaba un cerrucho para trabajar la madera como la taguatagua, topotopo y curujuro. Cuando ella pronunció la palabra “curujuro”, no pudo contener la risa y los visitantes estuvieron de acuerdo en que fue que se acordó de alguna anécdota”.

La entrevistada es una mujer de piel morena con su pelo pintado de negro y un redondo lunar de carne color marrón oscuro al lado de su nariz. Ella, sentada en una silla vestía una blusa color rosada con un cuello de regular tamaño color rojo, una falda llena de colorido como recordando aquellos tiempos idos de esos alegres carnavales. Sus cejas delgadas adornaban sus ojos negros que de pronto los fijaba en la distancia mientras conversaba. Sus pies lucían unas cholas de color anaranjadas donde se les podían ver los dedos como queriendo escaparse; y de sus orejas pendían dos largos zarcillos de color negro.

A su lado estaba una silla y sobre de ella el cuatro, las maracas y un palo delgado como de 38 centímetros para tocar la tambora (esta consta de cuatro pequeñas madera formando un cuadro) y sobre de él, el cuero de chivo claveteado con tachuelas. Aunque tiene buen sonido la tambora, Juana dijo que con el cuero de vaca suena mucho mejor. El cuatro es uno de los que usaron en las comparsas, las maracas ella misma las hizo ya que las que usaban las rompieron y la tambora es la que usaron desde que comenzaron.

Explicó la dama que su padre nunca le dijo el significado de “Caisimara”, pero era un baile muy divertido que la gente apreciaba por las calles de diferentes pueblos como Irapa, Yoco, Güiria y Carúpano. El muñeco tenía una cabeza de palo y unas ligas por dentro y cuando le preguntaban “¿tú quieres que el señor (persona del público) te pague algo?, moviendo la cabeza decía que sí”. También señaló que al preguntarle si el señor había pagado mal, movía la cabeza positivamente. En aquellos años era muy usual dar la ñapa.

Y el en esta diversión el “Caisimara” no se oponía a darla. Es por eso que las personas al preguntarles que si no iba a dar la ñapa, Juana le jalaba una liga y “el muñeco sacaba el chiro” (pene). Todos se reían. Sobre todo las mujeres y volviéndose como locas decían: “Que lo saque más, que lo saque más”. Juana o “Victorina” como le gusta que la llamen, siguiendo con su relato dijo que “al preguntarle a Caisimara que si quería sacarlo pa´ fuera, él volvía a mover la cabeza positivamente”.

De pronto la dama recordó que yendo para Carúpano en tiempo de carnaval y cuando se encontraban en el pueblo llamado El Rincón, alguien del público lanzó agua y mojaron a su papá quien se encontraba vestido de mujer. Sostuvo la entrevistada que él tenía un pantalón, un vestido de color encendido con flores y como estaba sudado, esto provocó que su cuerpo se le virara. Cuando sus hijas y quienes andaban con él lo vieron así, se pusieron muy tristes; todos afligidos comenzaron a llorar. Cuando Guillermo volvió a su normalidad, nunca más volvió a sacar su muñeco.

La comparsa estaba compuesta por sus hijos e hijas (dos hembras y dos varones) y un vecino conocido como “Mocho Gonyi”, quien bailaba al Caisimara. Prepararlo les llevaba una semana y también era una manera de divertirse ya que toda la familia participaba cortando la madera, buscando los clavos, adornando el sombrero con papel y hasta para vestirlo. “Victorina” quiso dar una demostración de cómo se toca la tambora y agarró su instrumento. También el palo y comenzó a tocar la tambora desde el centro a la parte superior e inferior de la misma.

Y entonando unas estrofas del baile del Caisimara decía: Caisimara, Caisimara/serruchá, serruchá/Caisimara ya se va y no vuelve más/Será el año que viene/que lo vuelvan a sacar/Caisimara, Caisimara ya se va pa´ Manacal/ será el año que viene/que lo vuelvan a sacar. “Cochón” también demostró que toca las maracas y la acompañó en su canto mientras Pedrito con su cámara filmaba. Durante la presentación del baile, Guillermo Córdoba entregaba al público un machete, un cuchillo, y puñal todo hecho de madera. También usaban banderas. Después pasaban recogiendo esos instrumentos, entonces era cuando el público le daba dinero. Luego el Caisimara les enseñaba “el coroto” (pene).

Esa era la ñapa. Juana “Victorina” se vuelve a reír y su risa junto con el trinar de los pájaros y el canto de un gallo, alegraban la mañana que empezaba a sentir que los rayos del sol comenzaban a llegar con más fuerza. Ella aún conserva un serrucho y un machete de esas presentaciones folclórica. También contó que las personas se quedaban con algún instrumento porque le gustaba. El vestuario que usaban para esta manifestación folclórica eran: falda y blusa de colores con unas cholas floreadas.

En la cabeza llevaban gorras o sombreros adornados con papeles; los mismo el muñeco y los hombres. La pega la sacaban del cautaro y del alatrique tierno. Para concluir la conversación que fue muy divertida, no podía faltar una de esas tantas anécdotas vividas en los pueblos. Recordó la dama que estando en El Chuare de Irapa, los agarró la noche en una de esas presentaciones y un indio enamorado de su “paíto”, no lo dejaba bailar y lo besaba. Él estaba vestido de mujer, después lo agarró por la mano y se lo llevó. Juana viendo eso se fue detrás de ellos y su papá le decía: “vete pa´llá, vete pa´lla”.

Y su paíto se alzó la falda y enseñándole el coroto le dijo que él era un hombre”. No había terminado de contar lo sucedido cuando sus acompañantes dejaron escuchar su risa junto con la de ella. Luego señaló que el indio estaba furioso, pero después se hizo amigo y les compró pan y fresco para todos. A Juana “Victorina” se le ve la gracia en la piel al contar esas cosas que pudo presenciar cuando todavía era una jovencita. Y aunque no acostumbra a dar entrevista sobre “Caisimara”, ella misma no sabe cómo accedió a dialogar con los visitantes que llegaron a su casa ubicada cerca de la carretera nacional donde se oyen los carros al pasar.

La siempre sonreída dama dijo a sus interlocutores: “Yo no sé como ustedes me agarraron a mí, ustedes tuvieron mucha suerte”. Ahora la “Fundación Cochón”, está preparando ese baile que nació allá en el pueblo de Manacal de Irapa en el Municipio Mariño, para que el gentilicio nuevamente pueda disfrutarlo.

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