viernes, 18 de junio de 2010

Beremis Samir, el hombre que calculaba

Publicado Viernes 30 de Abril de 2010

AMALIO (MAYITO) SOLANO

Hay muchas personas que calculan, pero calcular como lo hacía el joven Beremís Samir es impresionante. Cuando muchos no encontraban la solución a sus problemas, él sí la hallaba y ayudaba a la gente a resolverlo. Son muchos los ejemplos de los cuales podría hablar, pero he querido traer el caso de tres hermanos que no encontraban como repartirse una herencia de 36 camellos que les dejó su padre.

El libro titulado “El hombre que calculaba”, escrito por Malba Tahan, nos cuenta que cierto día que él iba por camino de Bagdad al paso lento de su camello, vio sentado en una piedra a un viajero modestamente vestido. Cuando se dispuso a saludarlo, quedó sorprendido al verlo levantarse y contar lentamente la cantidad de un millón cuatrocientos veintitrés mil setecientos cuarenta y cinco.Después de contar se sentó sin pronunciar más palabras y apoyó su cabeza en las manos. Luego se volvió a parar y contó: “Dos millones trescientos veintiún mil ochocientos sesenta y seis”.

Y así varias veces repetía cifras millonarias mientras Malba lo miraba sorprendido y acercándose a él, lo saludó en nombre de Alah (Dios) y le preguntó el significado de aquellos números.Beremís, le respondió que no censuraba su curiosidad que lo llevó a perturbar la marcha de su cálculo, porque supo ser delicado al hablar y al pedir. Fue por eso que le dio respuesta a su pregunta. El joven comenzó contándole que todos los días al salir el sol, llevaba el gran rebaño al campo y después de que bebieran, los llevaba a ponerlo al abrigo, al atardecer y que era muy cuidadoso con sus ovejas, por eso las contaba varias veces al día porque si le llegaba a faltar una, sería castigado. Y Beremís fue adquiriendo poco a poco una habilidad para contar que llegó a hacerlo sin equivocarse.

También practicó contando pájaros en bandadas cuando volaba por el cielo. Pasaron unos meses y se le ocurrió contar hormigas y así lo hizo con otros insectos hasta llegar a contar todas las abejas de un enjambre.Y el joven se fue haciendo famoso hasta que un día un hombre que poseía unos oasis distantes y allí grandes plantaciones de dátiles, se interesó en él y lo contrató.El hombre conoció de sus habilidades matemáticas y lo encargó para que dirigiera su venta. Allí estuvo trabajando durante diez años. Luego en unas de esas merecidas vacaciones, se dirigió a Bagdad a visitar a sus parientes. Él no dejaba de ejercitarse durante el viaje y se ponía a calcular los árboles, las flores y los pájaros.

Dijo el calculista a Malba Tahan: “Aquel árbol, por ejemplo, tiene doscientos ochenta y cuatro ramas. Sabiendo que cada rama tiene, término medio, trescientas cuarenta y seis hojas, se deduce fácilmente que el árbol tendrá un total de noventa y ocho mil quinientos cuarenta y ocho hojas”. Malba quedó atónito escuchando el relato del joven y lo motivó para trabajar en Constantinopla o Bagdad. “Sería útil para el gobierno”, le dijo. Y Beremís mostrando interés en las palabras de su amigo, se montó en el camello. Llevaban horas viajando sin parar cuando llegaron a una antigua parada que estaba un poco abandonada.

Allí se encontraban tres hermanos que discutían al lado de un lote de camellos. El hombre que calculaba al escucharlo discutiendo se les acercó y les ofreció ayudarlos.El mayor de ellos le contó que recibieron como herencia esos 35 camellos por disposición de su padre y no encontraban como repartírselo. El recibiría la mitad, Hamed Namir, la tercera parte y Harin, la novena parte.Beremís le respondió que era muy simple; y pidiéndole el camello a su amigo, lo sumó a los 35 de los hermanos, para un total de 36 camellos.

Luego se los repartió explicándole que al mayor que tenía que recibir la mitad de 35, es decir 17 y medio, recibiría 18 camellos. El segundo que tenía que recibir 11 y pico, le tocaría 12 y al tercero que le tocaba tres camellos, recibiría 4.El joven sumó todo aquello dándole un total de 34 camellos, Sobrándole dos de los 36. Y les dijo a los hermanos: “Uno pertenece, como saben a mi amigo “el bagdadí”, y el otro me toca a mí, por derecho, y por haber resuelto a satisfacción de todos el difícil problema de la herencia”.

El mayor de los hermanos le respondió: “¡Sois inteligente, extranjero!” Ellos aceptaron el reparto con la seguridad de que se hizo justicia y equidad. Y Beremis Samir muy astuto tomó uno de los camellos más hermoso y se lo dio a su amigo y los dos siguieron su camino en distintos “jamalás”.Son cosas de “el hombre que calculaba”.

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